lunes, 22 de mayo de 2017

Migajas

Andaba sentado mientras se escuchaba el desfile de los grillos alrededor de aquel lugar. Yo me iba desarenando, desagregando, mis manos se disolvían ante mi atónita mirada. Quería gritar, escapar, pero era un poco tarde para cambiar todo eso. Me estaba convirtiendo en migajas de mí y las primeras hormigas curiosas ya habían dado con mi paradero. Mientras ellas marcaban el camino y se llevaban los primeros trozos. Yo pude verla a lo lejos. Era indescifrable su verdadera imagen, pero no importaba en esta instancia. Mi fe movió infinidades de constelaciones, tapó los hoyos negros, logró expandir y juntar el universo, volver a encaminar nuestra creación y sin embargo ella sigue tan lejana a mí.

Quizás no se comprenda bien. Era jueves ese día en que la conocí. Tenía grillitos en la garganta que ocultaban el verdadero sonido de su voz. Era inevitable nuestro encuentro, era inevitable porque la busqué, le hablé, le sonreí y fui capturando como una hormiga cada trocito de ella que iba cediendo al hablar, cada expresión, tiempo, sonrisas, querer...
 
Era inevitable y era jueves ese día. Yo andaba con una guitarra o jugando a acariciar sus delgadas cuerdas, repetía las canciones en coplas más pequeñas, melodías más cortas, buscaba comprimir sonidos, dejar los caminos entre las cuerdas de este instrumento. Encontró esos caminos, entre mis cuerdas, entre mis dedos. Tenía zapatillas azules con adornos del mismo color, sus piernas se recorrían con gusto, su vientre tenía un reposo, sus pechos los fui escalando, en su cuello me deje resbalar y en sus labios fui armando un refugio con sabanas de tus parpados. Descubrí sus sueños, me encanté con ellos, descubrí sus miedos y me espanté también con ellos. Es cierto no está, ni remotamente, tan cercana a mí. El invierno queda en el camino, yo me desmorono, me desagrego y sigo sin poder lograr volver a capturar lo que nos unió en otros tiempos.

Y tú qué sabes de mí? De los viejos faroles, de las calles altas, de las ventanas abiertas esperando el viento que ya ha pasado por los abandonos de las azoteas. Qué sabes de mí? Sabes que a esta altura no he aprendido a volar, a esta distancia no te puedo alcanzar? Acaso has visto las lucecitas que escapan de los edificios sin temor a la neblina. Me ves que estoy en medio de la calle caminando solo, después de haberte dejado casi todo en el cuarto contiguo.

Disculpa si extravié tu risa y confundí tu mirada, si éste vientre en el que reposo no es el tuyo, perdona si esta noche de ventanas abiertas te sigo teniendo tan distante a mí. Es complicado alcanzarte, quiero que lo sepas bien para cuando te animes a girar la mirada. Es complicado alcanzarte si se están llevando migaja a migaja mi ser.

No hay comentarios: