jueves, 5 de marzo de 2020

La mirilla...

Será verdad eso que dicen: que somos inconformes por naturaleza. Que siempre sentimos que podemos estar mejor. O que lo hemos estado. O en todo caso, que lo estaremos.
Que yo cerré la puerta con dos candados pero a veces miro por la mirilla. Que puse dos cerrojos porque el tercero es el definitivo. El que da miedo. El de "sin retorno"Y bueno, ya sabes, por si acaso, que es de eso de lo que llenamos la vida.

Aún no he dudado de si ponerle el tercero, pero a veces, si llega un día lluvioso, me provoca quitarle los otros dos y poner un pie afuera, a ver qué pasa, que quizás allí no llueva. Pero siempre me quedo dentro, no vaya a ser que regrese empapado y más debilitado por el frío. Ya ves, otra vez el "por si acaso". Y yo, que soy quien más los odia, pero también quien más los usa. Que siempre lleno las maletas de ellos y no dejo lugar para lo importante, lo real. 

Pero, 
¿qué es lo real? 
¿vive en mí o vive fuera, y yo intento acoplarme?

Que todo eso de "dejarse llevar" es algo que me sé mejor que mi propio nombre. Hasta que dejé que me atasen un pie al suelo y ahora ya no puedo volar. O quizá no quiero. O quizá sea miedo. O de nuevo, otro "por si acaso". Porque esa llave que abre la cadena de mi pie, la tengo guardada en el lado izquierdo de mi camisa. Justo ahí, donde el corazón.

¿Es mejor vivir en un mundo equilibrado donde la emoción se ha quedado un poco atrás o flotar en el aire, donde reside en cada poro de mi piel? Mientras tanto, volveré a mirar por la mirilla, por si acaso, esta vez, decido sacar la llave que abre esa puerta. Y mis cadenas, claro.

1 comentario:

Mi nombre es Mucha dijo...

me has encantado con tu entrada un abrazo desde Miami