sábado, 26 de agosto de 2017

Caminando en una capa de hielo delgado

El año pasado viví el momento más feliz de mi existencia, de esos tiempos en que piensas "por fin todo se resolvió!" estaba completamente seguro de que mi vida iba a tomar el rumbo definitivo hacia la felicidad, estabilidad y seguridad... Pero resulta que estaba pisando sobre hielo delgado y debajo de la superficie, en el agua helada, estaba acechando el monstruo horrible del engaño.

Estaba siendo saboteado por este ser pestilente del egoismo, la mentira y la falta de compromiso. Al final caí al agua y casi muero, congelado o ahogado, no importa.

Por supuesto entré en un espiral descendiente muy pronfundo de tristeza, soledad y pérdida del cual no he terminado de salir del todo.

En esos momentos de desesperación hice cosas muy malas, contra mí mismo y contra las personas que amo. Y preparé todo para hacer cosas peores (que gracias a Dios no las hice) porque hubiera destruído vidas enteras.

En su momento busqué ayuda en las dos vertientes (aparentemente opuestas) en la que ha transcurrido mi vida. Por un lado busqué ayuda en la ciencia (por ser hijo de médico le tengo mucha confianza a los tratamientos) y por otro lado, paralelamente, en Dios.

Eso me llevó a encontrar personas maravillosas que me brindaron una ayuda invaluable y, por un tiempo, las cosas iban funcionando bien para mí. Sentía que, efectivamente, estaba saliendo de ese hueco depresivo en el que estaba hundido.

O por lo menos eso pensaba yo, sin darme cuenta me fuí sumergiendo en un ostracismo que me estaba aislando de la luz y caí mucho peor que antes. Como los futbolistas que se golpean y siguen jugando bajo los efectos de un analgésico local de acción rápida, pero que al pasar la efecto del mismo, sienten igual o más dolor que antes.

No era consciente de la situación, hasta que hace poco, en un momento de ira... Esos momentos en los que explotas, como una olla de presión que le falla el seguro. Y dijé cosas muy feas que me atormentaron el alma. En medio de una tristeza muy fuerte sumado a una crisis de fé muy intensa, que me habían borrado totalmente la capacidad de sonreír, fuí testigo de la oscuridad.

Hace unos días pasé por un momento muy desagradable, el peor momento de mi vida, de esas experiencias que te cambian la existencia. De esas cosas que te suceden y nunca vuelves a ser el mismo. 

Fuí testigo de cómo luce el infierno, algún ser oscuro y malévolo me dió un vistazo del averno y déjenme decirles que no es para nada bonito. Sólo había dos opciones; o me terminaba de hundir y desaparecía en la nada o renacía, cual ave felix... Y me decidí por lo segundo.

Me volví a acercar a Dios, me alejé para siempre de la oscuridad, y fuí recibido con los brazos abiertos (cual hijo pródigo) y, de inmediato, sentí el llamado para buscar mi camino y cumplir mi papel. Es increíble como una decisión te cambia tan radicalmente la vida en cuestión de minutos.

Sigo pasando pruebas muy duras, sigo pagando por los errores del pasado que me conviertieron en una persona no digna de confianza y donde, ahora, se me acusa de cosas que no hice... 

Pero la verdad me ha hecho libre.

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