domingo, 18 de marzo de 2018

N...

Cuando vivimos una pérdida, o nos enfrentamos al cambio, lo primero que hace nuestra cabeza es ponerse en modo miedo, y empieza a recrear el drama.
 

Empieza a darle vuelta a lo que le duele, a lo que le supera, y todo por ser incapaz de adaptarse al cambio. Por resultarle doloroso eso que está ocurriendo, algo que es incapaz de asumir, de enfrentar.

En una persona que experimenta una pérdida, o que presencia algo doloroso, y no sabe cómo enfrentarse a ese dolor, lo primero que hará su mente será darle vueltas a posibles soluciones, muchas de ellas injustificadas, para intentar estar por encima de ese dolor.

Hay personas que pierden a su pareja y se vuelven dañinas de pensamiento. Desean que a su ex pareja le vaya todo mal. Hay otras personas que pierden su trabajo, y desean que su jefe, la empresa e incluso sus compañeros tengan malas experiencias. Otras personas pierden a familiares a manos de un criminal, se llenan de ira y se vuelven justicieras, ideando todo tipo de castigos.

Al final, como ves, el dolor de la pérdida se suele transformar en drama, en darle vueltas a lo que duele, en recrear lo que sucedió, en
buscar culpables y castigos a través de la imaginación.

Pero mira, sólo se queda en eso: en utilizar la imaginación, el poder más elevado del ser humano, para crear más dolor.

Crear negatividad por el miedo a la pérdida transforma nuestro cuerpo y nuestra mente en una máquina de mala vibra, y esa negatividad bloquea la energía del ser humano, la enquista en los centros energéticos inferiores, e impide que ascienda poderosamente hasta nuestros centros intelectuales, los centros creativos de la mente.

Recuerda que somos un espejo y reflejamos lo que tenemos.

Lo que das... recibes

martes, 6 de marzo de 2018

Si cambias... incluso te quiero más

Que a veces cambio y ya no te gusto tanto.
Que a veces cambias y ya no me gustas tanto.
Que a veces es tan rápido... que no me entiendes.
Que a veces es tan rápido... que no te entiendo.

Que sigo siendo yo, aunque cambie.
Que sigues siendo tu, aunque cambies.
Que la base sigue siendo fuerte,
aunque a ratos no caminemos a la par.

Los caminos pueden distanciarse,
las líneas que nos unen, no.

Cambies como cambies,
aunque no entienda,
-lo que por otra parte no es necesario entender-,
yo te quiero bien.

Evolucionamos o nos estancamos.
Caemos y nos levantamos.

Lo bonito es tener quien te quiera en el momento que estés.
Y que lo sepas.
Yo, te llevo y te quiero.

Y estoy contigo.

sábado, 3 de marzo de 2018

..o no?

Un día, que trabajábamos hasta tarde, se cortó la luz en la oficina. Me levanté, con la linterna en la mano, para acompañarte hasta la puerta. 

De repente, te agarré por la cintura, te abracé y, sin decir una palabra, te besé apasionadamente...

...como si estuviera loco.

Gracias por las lágrimas

Nunca he sido una persona de llorar mucho... Siempre me ha costado un montón liberar las lágrimas. No por ser insensible, todo lo contrario, pero perfeccioné la capacidad de tragarme todo y ocultar mis sentimientos... Nada saludable, por supuesto.

No lloré, como es debido, la muerte de mi padre, ni cuando Gretel perdió al que sería nuestro segundo hijo... y así una gran cantidad de eventos tristes (y alegres) en mi vida que ameritaban sus respectivas lágrimas.

Hace un par de años, en medio de una muy fuerte crisis depresiva, una persona maravillosa que me ayudó mucho me aconsejaba llorar como forma de desbloquear tristezas y procesos, para cerrar ciclos. Y no podía, no me salía. No podía deshacerme de la "máscara de fortaleza" y silencio que había creado.

Hasta que apareciste tú.

El día que comenzamos nuestra aventura juntos, me sentí tan cómodo con mis verdaderos sentimientos, con mi verdadero yo. Con tu luz iluminaste un inmenso universo que permanecía oscuro en mi alma, y pude conocerme. Tuve la valentía de entrar en mis pensamientos y creencías más profundas... y me liberaste.

Me acercaste a Dios... me permitiste escuchar el mundo... me abriste los ojos a las bendiciones y el entendimientos a los porqués... y pude llorar. De felicidad, de tristeza, de impotencia... de humanidad.

Ahora soy lo suficiente hombre para llorar cuando la situación lo amerita. Que "los hombres no lloran" estupideces! Que uno debe llorar, apretarse los pantalones y echarle bolas? Totalmente!

Gracias a ti, y al amor que me une a ti, pude evolucionar en ser un hombre más humano.

Gracias...

jueves, 1 de marzo de 2018

Uno más (?)


Merezco...

Merezco mucho mas de lo que pienso,
merezco mas que solo una copa de vino y una buena noche de besos.
Mucho mas que solo una sonrisa y una mirada tierna,
mas que algo intermitente sin ningún compromiso.
Merezco mas que lo que solo me “pueden dar”.

Merezco alegría y paz,
alguien quien vea todo lo que nadie ve
y aprenda a entender que la vida es mucho mas que un par de piernas bonitas.
Me lo merezco porque me quiero lo suficiente como para saber que es así.

Me lo merezco... por que?
Porque yo soy todo lo que me hace feliz,
porque me considero lo suficientemente capaz de enamorar a alguien con tan solo mi sonrisa.
Me merezco todo lo que esté mas allá del cielo.
Soy merecedor de lo improbable y me creo capaz de conseguirlo.
Merezco que la vida me reciba con brazos abiertos
y que cada sueño o meta que tenga, se convierta en realidad con el mejor de los éxitos.

Querer y ser querido me hizo darme cuenta de que soy merecedor de todo lo que quiera obtener.
No olvides que eres merecedor de todo lo que tus ojos vean,
No olvides que lo único que no tendrás es porque no te sentiste merecedor de tenerlo.
Vinimos al mundo siendo merecedores de todo lo que tenemos o queremos.

Recuerda que eres MERECEDOR de TODO lo bueno y todo lo que pase en tu vida son consecuencias de decisiones pasadas,
Yo tomé la decisión de amarme y juro que fue la mejor decisión del mundo.
Tomé la decisión de solo amar al Altísimo por encima de todo y de mi, pero siempre amarme a mi primero que a cualquier otro ser humano,
Entender que merezco todo y más,
saber que nadie es más, ni yo soy menos, por encima de todo recordar que el amor mueve montañas.

Mírate en un espejo cada vez que algo te haga mirar al suelo,
repite siempre estas palabras,
y espero nunca se te olviden:

Me lo merezco.