Nunca he sido una persona de llorar mucho... Siempre me ha costado un montón liberar las lágrimas. No por ser insensible, todo lo contrario, pero perfeccioné la capacidad de tragarme todo y ocultar mis sentimientos... Nada saludable, por supuesto.
No lloré, como es debido, la muerte de mi padre, ni cuando Gretel perdió al que sería nuestro segundo hijo... y así una gran cantidad de eventos tristes (y alegres) en mi vida que ameritaban sus respectivas lágrimas.
Hace un par de años, en medio de una muy fuerte crisis depresiva, una persona maravillosa que me ayudó mucho me aconsejaba llorar como forma de desbloquear tristezas y procesos, para cerrar ciclos. Y no podía, no me salía. No podía deshacerme de la "máscara de fortaleza" y silencio que había creado.
Hasta que apareciste tú.
El día que comenzamos nuestra aventura juntos, me sentí tan cómodo con mis verdaderos sentimientos, con mi verdadero yo. Con tu luz iluminaste un inmenso universo que permanecía oscuro en mi alma, y pude conocerme. Tuve la valentía de entrar en mis pensamientos y creencías más profundas... y me liberaste.
Me acercaste a Dios... me permitiste escuchar el mundo... me abriste los ojos a las bendiciones y el entendimientos a los porqués... y pude llorar. De felicidad, de tristeza, de impotencia... de humanidad.
Ahora soy lo suficiente hombre para llorar cuando la situación lo amerita. Que "los hombres no lloran" estupideces! Que uno debe llorar, apretarse los pantalones y echarle bolas? Totalmente!
Gracias a ti, y al amor que me une a ti, pude evolucionar en ser un hombre más humano.
Gracias...
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