Hoy quiero hablarles de la
tristeza, pero de esa tristeza que es distinta, es una tristeza
especial, porque es esa tristeza que se convierte en llanto del alma y
que con cada lágrima que derrama nos hace internalizar mucho más nuestro
rol en éste mundo material, nuestra misión, nuestro deber cósmico.
Y cómo es esa tristeza? se
preguntarán. Es un sentir profundo, de esos que no se nos van del
corazón, algo que suele llegar así despacio y se va quedando en el
alma, echando raíces en ella, aferrándose y haciéndole sentir su
presencia cada día que pasa.
Es esa tristeza
que sentimos con la pérdida de un ser amado, esa esa aflicción que se
instala en el corazón horadando profundamente sus espacios. Es un dolor
hondo y grande, inmenso, del que parece que nunca saldremos. Pero
pensando en esa tristeza también creo que aparejado con ella atravesamos
entonces un proceso de evolución espiritual. Sobrevivir la muerte de un
ser querido nos prepara para avanzar a nivel de espíritu en el camino
de la vida que hemos emprendido, es una manera de crecer desde nuestro
corazón, desde nuestra tristeza.
Yo siento ahora
esa tristeza de la que les hablo, es una tristeza aguda, lo que pasa es
que suele disfrazarse y entonces pareciera que no la sentimos o que no
la tenemos, porque hacemos las cosas rutinarias que se esperan que
hagamos, como trabajar, comer, dormir, hablar con los demás, etc...pero
en los instantes en que nos quedamos solos con nosotros mismos
comenzamos a sentir esa tristeza profunda, es una tristeza que nos lleva
a la reflexión sobre nuestra vida, es como si nos pasara una película
en cámara lenta y nos mostrara los episodios de nuestra vida, todos
ellos, los buenos, los malos, los felices, los infelices, los menos
tristes, los más tristes, nuestros errores, nuestras desacertadas
decisiones, etc. Y entonces comprendemos mejor a esa tristeza que viene a
instalarse en nuestra alma asi de pronto sin ser invitada.
Y a veces suele
suceder que después de ver esa película nos sentimos desmotivados con
todo, nos decimos que ya nada tiene sentido, que no vale la pena seguir
ni vivir, para qué vivir si perdemos a un ser amado? para qué seguir si
ya no le tenemos? para qué y por qué? nos decimos una y otra vez. Y si
unido a esa pérdida también tenemos otros dolores afligiéndonos, pues el
cuadro empeora. Todo carece de sentido.
Nos
sentimos que queremos vagar aletargados, sin conciencia de nada, sin
pensar en nada......cerrar los ojos y también dejar de ser.
No les puedo decir
que sea fácil salir de ese estado tan profundo de complacencia en la
tristeza del alma, es una tristeza del espíritu, de nuestro soplo vital, de
nuestro aliento de vida.
Pero no
podemos anclarnos en una complacencia de la tristeza, porque si estamos
vivos y sanos, y tenemos familia que nos necesita y requiera y también
una misión que cumplir en éste plano, debemos seguir adelante.
El sol sale cada
día y brilla cada día mientras hay buen tiempo claro, pero incluso
cuando las nubes no le dejan ver, el sol está detrás allí brillando.
Ayer emirando por la ventana pude observar muchas nubes de lluvia que
estaban bien grandes todas grises, pero había en su parte superior,
contra el horizonte azul claro al fondo, una luminosidad que sobresalía
por los bordes de las nubes, era el sol que estaba detrás, y la visión
era hermosa porque las orillas de las nubes grises brillaban con mucha
luz, parecía que si estiraba la mano y apartaba esas nubes grises,
podría dejar al sol al descubierto brillando y sonriéndome.
Asi suele pasar
con la tristeza del alma, detrás de ella hay una luz que brilla, es sólo
cuestión de apartar las lágrimas que la tapan para que podamos verla.
Es un proceso largo y doloroso, pero es purificador también. Nos permite
crecer y aprender del dolor, de ese dolor que se nos instala en el
corazón para enseñarnos que la vida puede ser también muy intensa, que
se rie pero también se sufre, que el sufrimiento templa al alma para
soportar los embates de la existencia y salir airosos. Nosotros nos
debemos a nuestros seres queridos y a la humanidad, y si estamos solos y
no tenemos familia, pues nos debemos a la humanidad, a esos que como
nosotros también están solos y se sienten solos, entonces por ellos
debemos seguir, hay tantas obras de humanidad que se pueden hacer en la
vida, luchar por los niños, por la Paz, por la Justicia, por los
animales, por los ancianos, por la educación, por los valores sobre todo
que ya bastante perdidos los tenemos.
Entonces que la
tristeza del alma nos sirva para templarnos la fortaleza, para ayudarnos
a vencer, a seguir viviendo, a seguir dando y compartiendo, bebamos las
lágrimas del alma como un elixir que nos dará la fuerza y energías para
seguir y luchar. No podemos pasar la vida detenidos en el dolor, porque
la vida es una sola y pasa rápido, se acaba rápido también, hoy estamos
y mañana no sabemos.
Hay un dicho
holandés que reza: "No podemos evitar el viento pero podemos construir
molinos". Y es así, contruyamos molinos con nuestras lágrimas, que
sirvan para impulsar la energía que somos, la que tenemos aún por dar y
ofrendar.
Desde la tristeza crecemos, aprendemos y evolucionamos, para luego seguir viendo el sol detrás de las nubes.
"Sonríe, sonríe
siempre, aunque tu sonrisa sea una sonrisa triste, porque más triste que
una sonrisa triste, es la tristeza de no poder sonreír" . Desconozco a
su autor.
Que la luz, la paz y el consuelo los acompañen siempre,