Ahora que tu nombre se escucha en lejanía, que llega de ti el rumor de
un extraño. Ahora que ya no puedo dar fe de tu localía y que tampoco
puedo pedir tu estadía. Ahora que comentan que visitas al olvido, que
andas paseando junto al vendedor de la pérdida de moderación.
Te escribo estas
líneas fugitivas con la intención de robarte esa sonrisa. Ahora que
escape del cajón que me guardó el orgullo, para detenerme a estas
líneas, podré expresar sin compasión alguna la desdicha que en el tiempo
ha llevado tus siglas y me han ido carcomiendo sin tregua alguna.
Entenderás que las palabras se han ido con los respiros y han sido
reemplazados de puros quejidos.
Mucho de esto tiene tu autoría y no se
va disipando ni ahogando en los vasos. La dicha que pregonas por los
portales se contrapone a la mía que busco por varios lares. Si quieres
que me alegre por lo que he sentido, permite una sonrisa un poco
fingida.
Tendrás tus motivos para creer que la vida lleva tu ritmo y no
la mía, en todo caso mujer de invierno no te prometo que todo será
nuevo, te reclamo y recalco los daños y exijo de ti irlos arreglando, ya
sé que quizás luego me arrepienta y que mucho de esto no tenga sentido,
pero mujer de desdicha entiende primero que, cuando se quiere, existe
monarquía y la razón, que es el rebelde, termina siendo el
perseguido y muchas veces ejecutado.
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