Déjame decirte algo, el problema no soy yo, no eres tú. Es ese botón de autodestrucción que anda tan satélite en nuestras vidas. El problema es que o lo aprieto yo o lo aprietas tú o, quién sabe, lo aprieta aquella... aquel.
Vuelvo a repetir, no somos el problema, el problema es lo que ves, lo que consumimos, es aquella película, aquella serie, aquella canción, aquella escena que se mueve como satélite, esperando el momento para eclipsar tu luz y, en la oscuridad, gatear hasta la habitación.
Ahora, seamos sinceros ni tú, ni yo, ni ella y quién sabe, si aquel, va a descubrir nada nuevo; como te dije, esto ya lo vimos antes, en un programa televisivo, mientras sonreíamos tomados de las manos, jurando y brindando por tu amor... mi amor.
Está bien, lo admito, no voy a llenarme de excusas, ni te voy a dar los argumentos, pero alguien debió abrir esa cajita "pandoriana" que se guarda el primer día, debajo de la cama, cuyos demonios que escondemos inevitablemente vuelven a salir.
Me voy, pero... no digas que no te lo dije.

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