miércoles, 24 de junio de 2020

3 llamadas...


No soy una persona con mucha disposición a llorar, no porque me parezca algo malo, sino que no soy de "llanto fácil" y mucho menos delante de otra persona.

No recuerdo la última vez, en mi vida adulta, que haya llorado con mi mamá. Siempre traté de ser el fuerte para brindarle apoyo. Pero, sinceramente pienso, que si uno no puede llorar con la mamá está bien jodido en la vida.

Pero, por otro lado, si puedo recordar tres momentos puntuales en que estaba hablando por teléfono con ella que se me quebró la voy y no pude continuar la conversación, para no romper a llorar.

El primera fue cuando nació Luis Pablo. Gretel rompió fuents a media noche y ya para la madrugada LuisPa había nacido. Yo la llamé tempranito en la madrugada, cuando salíamos para la clínica, para despertarla y avisarle que Gretel había comenzado el trabajo de parto. Cuando ya se habían llevado al bebé para darle sus primero cuidados a primera hora, la llamé y le dije: - "¡tienes un nieto hermoso!" y colgué la llamada cuando las lágrimas empezaron a salir libremente.

La segunda fue cuando me iban a operar, ella no pudo viajar a estar conmigo porque mi papá se puso mal de salud por esos días (lamentablemente a los días falleció) yo estaba en la habitación rodeado de amigos cuando llegaron los camilleros a buscarme para llevarme a pabellón. Yo estaba muy tranquilo antes de la operación, pro cuando me llevaban en la camilla le pedí a Gretel que la llamara para decirle... no pude hablar más de unos pocos segundos... escuchar la angustia de tu mamá al saber que te van a operar y no puede estar contigo, es muy duro.

La tercera vez fue hace apenas unos poco días, estaba revisando mis papeles cuando encontré un Cd con grabaciones de mi papá cantando. No resistí y la llamé para que escuchara la voz de nuestro viejo. Pero no aguanté, al oír la voz de ambos no pude hablar más.

No digo que mi falta de llanto real (fuera de alguna lágrima furtiva muy de vez en cuando) sea algo malo o bueno, pero me da cierto temor de saber que tengo toda una vida de lágrimas reprimidas que pueden salir en cualquier momento y, quizás, no las pueda detener.

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