Incluso las despedidas merecen hacerse con amor.
Con gratitud por lo vivido, con calma en el alma y sin rencor en el corazón. No todo lo que termina fue un error; a veces, simplemente cumplió su ciclo.
Hay que aprender a soltar sin odio, sin reproches, sin esa necesidad de culpar al destino... Cerrar la puerta con suavidad, sin hacer ruido, agradeciendo por las risas, por las caricias, por las pequeñas cosas que un día nos hicieron sentir vivos.
Porque nadie está realmente peparado para decir adiós, pero llega el momento en que quedarse duele más que partir... y si ya no se miran igual, si las palabras pesan, si el amor se volvió rutina, también es amor saber irse con respeto, con dignidad y con paz.
Dejar ir no siempre significa perder; a veces significa elegirte, sanar y abrir espacio para lo nuevo...
Porque empezar de cero no es un castigo...
Es una otra oportunidad para hacerlo bien...
...contigo primero
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